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jueves, 4 de marzo de 2010

hoy toma la palabra DARIO VERTA.


Un día abro mi gmail (despues de MESES) y encuentro que este lector me mando unos 7 cuentos escritos por él, entonces le prometi leerlos, seleccionar uno y publicarlo. El que publique a continuación me encantó, peor más que nada busqué una relación conmigo y la encontré en el último párrafo. Leanlo que esta bueno y disfrutenlo, dejense llevar. Cierren los ojos cada tanto e imagineses las situaciones, asi como hice yo.


Se notaba que en el aire había algo que cambió, no podía asegurar que todo era mucho más fácil, pero al menos podía darse cuenta de que el pasto volvía a ser verde, y que las palomas volaban, que las ventanas se podían abrir, y que a veces los perros ladraban, otras veces dormían, pero nunca dejan de ser perros.

- al final no me mandaste nada el otro día…

Era la voz de una mujer la que le entraba en los oídos, pero sus ojos cerrados no le dejaban ver qué mujer era, sólo veía mentalmente una foto en la que estaba ella, vestida con una remera azul, algo arrugada en la zona del pecho, brillaban sus gigantes ojos azules, pero no era eso lo que atrapaba sino que tenía la mirada perdida, en otro lugar. Solía mirar la foto y soñar con que ella estaba en trance, estaba allí, pero su alma estaba tomando tereré con los dioses. Se reía del tereré, mientras veía un collar que tenía puesto en su cuello que colgaba de una manera tal que no parecía seguir las leyes de la gravedad.

-Hace rato que no estoy prestando atención a lo que está sucediendo acá, aún sostenés la recriminación?

Todo esto sin abrir los ojos, sin saber quién le hablaba. No sabría explicar el sentido de las palabras que pronunció.

-Si no querés no me mandes nada

Hubo un silencio, Él mantenía sus ojos cerrados.

La mujer que era una mujer a ciegas para él, era una mujer normal para todo el que abriera los ojos. Comenzó a jugar en su mente con esto

-Sabés, soy un alquimista. Puedo convertirte de mujer normal a mujer a ciegas, puedo transformarte, simplemente porque tengo los ojos cosidos.

-Eso soy para vos? Una mujer normal?

-No… no malinterpretes mis palabras.

Sintió enojo y apretó aún más sus ojos. Aflojo la tensión, siempre sin abrir.

-De todo lo que tengo que hacer… si supieras la cantidad de cosas que me esperan ahí afuera. Me tomo el lujo de cerrar los ojos y jugar. Me tomo el lujo de cerrar los ojos y llenar mis pulmones una y otra vez, cada vez mejor. Y vos, venís a arrojarme el exterior en la cara. Venís a recriminarme todo lo que debo hacer, venís…

-Por qué?

-Si te caés al suelo y te hundís la cara en el cráneo, respiraría con algo de placer. Bueno… tampoco era para que llores

-Si no me estás mirando… cómo sabés que lloro?

-Estoy viéndote, no, no es un chiste… Estoy imaginándote con el rostro hundido unos tres centímetros, es algo realmente neurálgico, pero al menos no sangra. Siempre así, con tu cola de caballo en el pelo

-No me decís nada, simplemente eso… estás bien, no llegás a ninguna parte!

En ese momento ella empezaba a tener un extraño tosido, algo que picaba en el pecho y que contuvo para que no saliera, pero subió por la garganta la picazón, avanzó a través de la tráquea, tocó la úvula, lo que le valió una arcada, llego al paladar y estalló en una serie de tosidos que terminaron ahogando a la mujer, que se llamaba Lucrecia. Aunque su nombre no cambia nada.

En el salón, frío, se escuchaban voces elásticas que alternaban las paredes y convertían las simples palabras en aullidos. Allí, todo se hacía punzante, filoso, cortante.

-No tiene sentido, en realidad estoy más lejos que cerca de acá

-Hablás muy distinto a lo que hablabas antes, y yo… nunca hubiese hablado así

-Algo ha cambiado, es cierto, escucho murmullos en mis tímpanos. Tengo miedo, me laten las sienes y siento una voz…

-Soy yo… abrí los ojos

-No llores, los ojos y la alquimia, simplemente estamos empezando

Si ella pudiere imponerle una dictadura, lo haría sin remordimientos, lo obligaría a besar el piso, a lamer el sudor que ella derrama. Ella no es pura, ya que suda.

-Sabés Lucrecia, soy poeta. Éste es el fin

-Vas a dejarme…

Él aprieta los brazos, las venas se marcan, y fluye la sangre, palpita el cuerpo, transpiran las palabras, muerden los dientes las vocales y acarician las consonantes para decir:

-Estoy saliendo, el avance de un tercero, me hace morir. Algún día, esto se cerrará. Y ya no tendremos importancia.

-Hablás como si…

-No lo digas… escuchá los murmullos que nos llegan

-Son gritos, no son murmullos

-Ya, por favor no llores.

Las lágrimas a ella, le corrian por la cara. Pero Él no las veía. Ya que cerraba los ojos y se escuchaba, debía convertirse en Dios, sólo por un oído escuchaba los sollozos de una mujer. Eran los sollozos de su perra, que moría mirando, jugando, ese adorable animal que mueve la cola, trae la pelotita, toma toneladas de agua, salta, es manto negro, es un toro, es un león, es un can. Y lo hace feliz, ladra, y es compañero. Hubo un tiempo en que había enfermado, y él la cuidaba, le daba leche en una mamadera. Hermosa perra, que sonreía al verlo, que movía la cola, aullaba de alegría. Pero él no tenía paciencia, no sabe bien por qué

-Quién sos?

-Lucrecia, ya no llores. Los ornamentos de ésta habitación me hacen estar fuera, me crecen los pensamientos, como así me crecen las uñas. Al mismo tiempo Lucrecia, suceden mil cosas, millones, infinitas cosas

-No llores, por fav…

-INFINITAS! (sientan la sangre palpitar en su cuello, las muñecas tensionadas, el torso inclinado hacia adelante, los ojos comienzan a mancharse de rojo, la transpiración empapa la mirada, los labios, su nariz inhala y exhala exhausta. Exhausta más de lo que exhala, y abre las palmas de las manos, sólo para mostrar una herida) Lucrecia, en éste momento cuántas cosas están sucediendo? Yo estoy hablando, vos estás escuchando, los vecinos hacen el amor, el papa está durmiendo, los escolares hacen la tarea, un anciano está muriendo de un paro cardíaco, una enfermera limpia ofuscada un orinal, una pareja toma mate amargo… todo, en una fracción de segundo.

-Elefo…

-NO ME LLAMES ASÍ, me vuelve loco ese nombre!, (le muestra los dientes, es una fiera desatada, quiere morderle la yugular, hacer justicia y aniquilar su cuerpo. Ante todo hacerla sufrir, que cada nervio de su cuerpo sienta dolor, que cada célula de su piel retroceda a cada golpe, que retroceda hasta la desaparición, hasta que la persona, Lucrecia, se convierta en nada)

-nunca… nunca me.. me hablas… te

-Así???!!! Nunca te hablé así?! Ya no soy quién pedí ser,

-Ya no querés ser quien pediste

-No Lucrecia, no entendés… no se trata de querer, se trata de suplicar que todo termine

-Apuremos el final de lo que…

-Callate por favor.

Él se le puso de espalda gritando, un sonido grave, desde las entrañas, rebotaba en el paladar, en los dientes, la piel se le dilataba, y el sonido perforaba el aire, perforaba la poca integridad de Lucrecia. Me perfora a mí señor Lector, me perfora como autor, que lo estoy “inventando” me perfora, y me hace temblar. Los hombros de Él comienzan a rotar hacia atrás, se estiran, se agrandan. Su piel comienza a agrietarse, entre las heridas comienza a Salir una Hoja, amarilla, que cambia a verde. Él nunca dejó de gritar, intente imaginar ese grito, inundando su oreja, inunando el lugar en el cuál usted se encuentra, haciéndolo temblar, y nacían hojas de sus heridas, brotaban tallos. Su cuerpo estaba petrificado del dolor, y el grito deja el vacío. Todo se vuelve de repente. Sudando. Tensionado. Mutando. Hojas que crecen de heridas profundas que sangran. Tallos que se convierten en ramas, y más gritos de DOLOR. Se desgarran los músculos de su espalda, comienza a formarse un tronco en su espalda…

-Elefo… qué te pasa?

Sólo pudo responderle con un grito de dolor, no pudo siquiera mirarla, no pudo siquiera extenderla su mano temblorosa, no pudo siquiera sonreírle de mentiras. Un grito, que le contestó. Todo estaba terminando, pero por qué así?

-Por qué así Elefo? Porque no acostado, viendo a tu familia, sonriendo, agradable. Acompañado y realizado… con sábanas blancas… por qué así Elefo.

Él, sólo podía gritar, desde el vientre, desde el abdomen, contraído, endurecido como una piedra.

Escucharlo gemir así era insoportable, un hom… ya no era un hombre. La cara de Lucrecía se desfiguraba de tristeza, de llanto, de tan punzante sufrimiento,

-Basta Elefo, no mueras así… te lo pido

-E… h …e… s.. h.. i nevitable…

Con el último suspiro.

-Recuerdo algo Elefo, recuerdo cuando bailábamos, cuando tenía mi vestido de algodón blanco, con flores rojas y negras pintadas. Yo estaba hermosa Elefo, yo era una mujer

Elefo Gimió, intentando negar algo…

-Yo era una hermosa… mujer. Sabía bien qué era lo que quería, y sabía muy bien que vendrían a buscarme, también sabía que tardarían encontrarme. Pero tengo un increíble potencial Elefo, tengo demasiado vuelo poético. Imaginame, arrojada entre las nubes, cayendo en espiral en el viento, que golpea mi cuerpo, y entrega al éter. Un agujero de nada Elefo, y mi cuerpo… de mujer, desnudo, en él. Un agujero de nada Elefo, y yo.

Esto no da para más Elefo, era hora de que plantaras un árbol. Consumís más aire del que producís. Naciste. Y nadie se va a dar cuenta… E- le- fo. Porque, sabés cuántas cosas pasan al mismo tiempo, a cada instante? Pero eso te da una ventaja, vos naciste acá, entre papeles, y ahora te estás yendo. Quizá allá fuera, puedas tener un libro entre tus manos, y quizá todo se revierta Elefo. Quizá, pasan tantas cosas que nadie notará que hay un humano más del que debería haber. Quizá Elefo, quizá, puedas cruzarte con quien… te escribió. Y ahí, las pupilas dilatadas serán de él, no tuyas Elefo. Soy Lucrecia, no hay mucho más.

Le tengo terror a encontrármelo, tengo terror a subir a un coléctivo y encontrarlo, sonriéndome cínico, que me invite a sentarme a su lado, abra la ventanilla y me hable de cualquier cosa, de una receta de mayonesa. Pero yo saber en mi interior que es él. Quizá por eso lo maté, lo maté renaciendo. Le tengo terror a verlo, hasta ahora lo manejé. Hasta ahora hacía más o menos lo que yo quería, cada vez se volvió más autónomo, por eso lo maté. Cada vez se separaba más de mí, cada vez era… más real por decirlo de algún modo. Nació Lucrecia, y eso lo mató… aunque, y si lo encontrara? Serás vos lector la persona que estoy buscando? Cuando me encuentre muriendo, intentaré ir a buscar a quién me creó? O intentaré ir a buscar a quien me leyó. Éste libro termina con un testamento. Soy un autor que se ha desnudado, o casi. Esto es lo que hay entre el mundo de lo real y el mundo de lo literario, pero sobre todas las cosas, esto es lo todo lo que hay conviviendo a diario en mi cerebro. De vez en cuando, alguien grita más que otro, y ahí surgen las palabras. Usted, señor lector, ha sido Dios. Sí, porque leyendo le da vida a los personajes, si usted no leyera los personajes ya no existirían. Le gustó ser Dios, o prefiere ser una nube insulsa y contemplar? Usted elige, pero siempre algo queda claro, usted no va a salir impune, decida, o es consciente de su poder, o lo ignora. Pero ya no puede hacerse el boludo, debe elegir. Aunque el juego no termina ahí, déjeme preguntarle, tan sólo para inquietar: ¿A usted, cuántas personas lo leen?



http://www.darioverta.blogspot.com . Para que lean más a Dario, posta que me gusta lo que escribe.
La foto y la edición de la misma, corresponden a Stefanía, como siempre, gracias por tus contenidos.

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