lo habitual

Ahora escribo desde mi habitación, antes lo hacia desde el lugar que muestra la foto.
Estoy inmersa entre mi propio quilombo, con mi jarrito lleno de líquido calentito para calentar y engañar al hambriento estómago que espera con ansias la cena.
Hoy fue un día común: me desperté, se me acalambro el gemelo, como casi todas las mañanas (sólo que esta vez estaba casi inconciente, y quizá por eso me dolió todo el bendito día). Agarré mi ropa de la silla de escritorio y hasta me dirigí al baño (a "producirme"). Como todas las mañanas, miré mi cara de zombie y me auto-sonreí y dije: "HOY puede ser un GRAN día". Hacer esto es una costumbre que tomé hace unos pocos meses, porque si empezamos el día con pesimismo, mala onda y encima caraculicos, estamos al horno, estamos predestinados a que nuestro día no sea mucho mejor que nuestra cara o humor.
En clase me dormí un poco, confieso que no suelo hacerlo, pero tras una noche de insomnio nada pude hacer... mis ojos se cerraron solos, creanme cuando les digo que puse toda mi voluntad, fuerza, mente en dejarlos abiertos, pero fue IM-PO-SI-BLE (perdone profesora por mi falta de respeto...)
Almorcé las ya clásicas empanadas de jamón y queso de los martes, jugué al truco con mis compatrionas (perdimos).
La tarde pasó sin pena ni gloria. Lo único que salvo fue haber viajado en tren hasta Urquiza (sólo la ida, porque la vuelta... hm, vaca es poco)

Mi jarrito ya esta vacio, mi estómago engañado y esta entrada comcluida, pero antes de poner un punto final, les dejo un mensaje lleno de optimismo:

Mañana puede ser un GRAN día.